Por Rosana Rivero Ricardo
tomado del blog livenincuba
tomado del blog livenincuba
Un cubano que se respete ha sido bendecido -o victimado- con el querido, y a la vez vituperado, pregón. Ni siquiera coge vacaciones. En julio y agosto, cuando el desayuno puede “empatarse” con el almuerzo, un “eeeeel pan” a las seis de la mañana puede estropearte el descanso. Más allá de algunos inconvenientes, este “canto” puede anunciarnos la solución perfecta para el brindis a la visita que llegó de sorpresa.
El pregón forma parte de la cultura cubana. La práctica de anunciar a voces la mercancía que se lleva para vender, la heredamos de los pícaros negociantes españoles con algunas modificaciones introducidas por los inteligentes chinos.
Considerarlos como patrimonio cultural intangible de la Isla, sería demasiado exagerado, porque hay pregones, y PREGONES. Sin embargo, no puede obviarse que han sido inspiración para inmortales piezas de la cancionística cubana como el “Yerberito” y el “Manicero”.
Con la apertura al trabajo por cuenta propia se han multiplicado los vendedores ambulantes que matizan con sus anuncios las comunidades holguineras. A veces resultan francamente molestos, por eso hay que encontrar la justa medida para respetar horarios y decibeles. No obstante, los pregoneros te llevan lo que necesites -y lo que no- hasta la comodidad de tu hogar.
Existen pregones imaginativos, rimados, con doble sentido hasta los menos populares e incluso irritantes. Pero un buen pregón debe poseer siempre su dosis de imaginación y poesía para garantizar buena venta y conservarlos como joyas del imaginario popular cubano.
Quizás haya escuchado alguna vez algún pregón y deba alabar la perspicacia con la que fue concebido. Por ejemplo, algunos pregoneros para certificar la validez del producto ofertado acuden a la archiconocida suegra: “Veneno pa’ cucaracha, pa’ la hormiga, garrapata, piojo, veneno pa’ la suegra”. Otros, para hacer más atractivo su anuncio, se acogen a los préstamos lingüísticos de idiomas extranjeros para conseguir un musical juego de palabras: “Si no hay money, no hay mani”.
Algunos pregoneros comienzan con timidez su práctica mercantil, y en la medida en que ven limitada sus posibilidades de venta aumentan su volumen de voz, hasta que: “Es que no me oyen o es que están palma’o”. Los más vagos ya llevan hasta grabado en “HD” su pregón.
Hay quienes acuden a la hipersensibilidad infantil por los dulces y arremeten contra indefensos padres que no pueden combatir el apremio de sus hijos por un caramelo Después de anunciar la azucarada mercancía añaden: “Lloren niños, lloren”.
Están los que no se limitan a promocionar sus productos y acuden a las tan añoradas rebajas para atraer a los compradores: “A dos por cinco la vela, llega a tu rebaja ven”. Otros incluyen en su pregón una retahíla de características positivas de su mercancía en ocasiones ininteligibles: “Pastel, pastel de guayaba, bien suavecito y con bastante grasa, el pastel acabaíto de hacer el pastel de guayaba, pastel”. Incluso hay quienes no venden, sino compran y garantizan un buen pago: “Compro cualquier pedacito de oro y lo pago bien”.
Los más desinhibidos te indican dónde emplear tus productos: “Aromatizante para el piso y para el baño”. Los infieles, no se “casan” con una única mercancía y después de un extenso: “Florero, amarillita, roja y rosadita la rosa” espeta a continuación y sin punto y aparte un: “La leche, la leche”.
La práctica de pregonar ha variado muchísimo a través de los años, pero su función comercial no ha cambiado. Como estrategia de marketing el pregón es un buen aliado para el negociante, un alivio o martirio para quien lo recibe y hasta puede enamorar las musas de una periodista.
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