tomado de La Jiribilla
por Maikel José Rodríguez Calviño
Cuando el nuevo proyecto de Constitución abarca otras problemáticas
igualmente importantes, o incluso más, pareciera que la cuestión del
matrimonio es el único tema a reformar
En fecha reciente llamaron poderosamente mi atención dos comentarios
transmitidos en televisión y emitidos por ciudadanos con participación
activa en los debates relativos al nuevo proyecto constitucional. Dichos
comentarios estuvieron relacionados con la posible aprobación del
matrimonio igualitario como parte de los procesos de actualización que
enfrentará dentro de poco la Ley de leyes cubana. Soy incapaz de
reproducirlos textualmente, así que me arrogaré el derecho de
parafrasear.
Una compañera reclamaba, en caso de efectuarse dicha aprobación, “un
comportamiento de las personas gays en consonancia con los principios de
la Revolución”. Otro señor se preguntaba, en caso de que una pareja gay
pudiese adoptar un hijo, ¿a quién ese niño habría de llamar papá y a
quién mamá?
Planteamientos como estos develan el profundo trabajo que aún tenemos
por delante en la construcción de una sociedad fundamentada en la
celebración de las diversidades y no en la tolerancia a la diferencia,
donde todas las facetas del comportamiento humano puedan convivir y
dialogar sin demeritarse o agredirse mutuamente.
Las faltas de respeto no son privativas de homosexuales,
heterosexuales o lesbianas. Las cometen tanto la travesti que intenta
seducir a un heterosexual sin su consentimiento o los gays que violan
las normas de conducta básicas requeridas en un espacio público; como un
heterosexual normativo que golpea a su esposa a la salida de una
discoteca; los desenfadados jóvenes, quienes sin remilgos ni ambages se
demuestran un amor pornográfico en los bancos de un parque; o el
fanático de reguetón que nos destroza los tímpanos “compartiendo” una
canción donde las mujeres son tratadas como bienes de consumo
adquiribles e intercambiables.
La civilidad y la decencia deben de estar presentes en las dinámicas
cotidianas de todos los cubanos, más allá de sus estilos de vida u
orientaciones sexuales. No deben ser practicadas exclusivamente por gays
o por lesbianas, sino por todos aquellos que apuesten por el respeto y
la aceptación del otro más allá de la agresividad y la violencia que nos
afecta hoy en día.
Por otro lado, la paternidad y maternidad responsables no dependen
exclusivamente de las maternidades y paternidades biológicas. Ser buen
padre o buena madre radica en el nivel de compromiso que una persona
establezca con el crecimiento físico, intelectual y espiritual de un
niño. Demostrado está que tíos, abuelos, amigos y vecinos pueden ser
padres de criaturas que no trajeron al mundo, y que el concepto de
familia trasciende ya los estrechos límites que enmarcan la tríada
mamá-papá-nené, la cual todavía reproducimos por los medios de
comunicación y se ha enraizado en el imaginario colectivo de basamento
heteronomativo, patriarcal y sexista.
Hace tiempo que convivimos con familias monoparentales o con otros
modelos familiares donde padres y madres biológicos no siempre tienen
una participación activa o constituyen una presencia constante. ¿Cuántos
padres biológicos no han abandonado a sus hijos para recuperar la
libertad que les “usurparía” una paternidad responsable? ¿Por qué
seguimos responsabilizando a las mujeres con la misión de criar a los
hijos, atender al esposo, cuidar a los enfermos? ¿Cuándo acabaremos de
destronar el molesto mito de que padre es cualquiera y madre hay una
sola?
En una pareja de hombres gays que hayan adoptado un niño no tiene que
haber necesariamente una mamá. En todo caso, habrán dos personas
dispuestas a consagrar su tiempo e intelecto para hacer de ese niño otra
persona de bien, lo cual, en última instancia, es lo más importante.
Las paternidades y maternidades responsables son sinónimos de
compromiso, preocupación, amor, desvelos, educación. Poco importa la
orientación sexual o el género de quienes las practiquen, siempre y
cuando las ejerzan con dedicación y constancia.
A ello se suma el desconocimiento de estos temas por parte de los
periodistas, los cuales, movidos por muy nobles intenciones, no siempre
seleccionan los criterios más lúcidos para ilustrar los debates
generados en un proceso que nos afecta a todos. Asimismo, el excesivo
énfasis puesto en el asunto pareciera que es el único a tratar, cuando
el nuevo proyecto de Constitución abarca otras problemáticas igualmente
importantes, o incluso más.
La actualización de la Constitución cubana se nos revela hoy tan útil
como imprescindible. Sin embargo, nuestra futura Ley de leyes será
excluyente siempre que se fundamente en los términos Hombre y Mujer. Que
no sea una Constitución para hombres, mujeres, niños y ancianos libres;
o para heterosexuales, heteroflexibles, bisexuales, lesbianas, gays,
travestis o genderqueer libres. Que sea una constitución para personas
libres, con igualdad de derechos y oportunidades, con las mismas
responsabilidades ante la paternidad y la maternidad planificadas e
igual índice de civilidad en sus comportamientos públicos.
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